domingo, 29 de septiembre de 2013

La NSA reveló que sus agentes espiaron a novias, esposas y amantes.

Además de espiar a ciudadanos propios y extranjeros y a los gobiernos de otros países, algunos analistas de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense, espiaron además a otros objetivos menos peligrosos para la nación: sus novias, ex novias, esposos y amantes.


Justo cuando se pensaba que los escándalos del espionaje estadounidense tocaban fondo, la oficina del inspector general de la Agencia Nacional de Seguridad confirmó este viernes que habían llegado incluso más bajo: algunos de los agentes de inteligencia usaron el sistema para espiar a sus novias, esposas o amantes.

Según el informe entregado por el inspector de la NSA, general George Ellard, al comité judicial del Senado, en los últimos 10 años se registraron al menos una docena de casos en los que los agentes de la NSA hicieron uso indebido de los sistemas de vigilancia movidos por los celos, las sospechas de infidelidad y hasta para interesarse por la vida sentimental de antiguas novias.

En uno de los casos más destacados, uno de los analistas de la NSA hurgó en todos los correos electrónicos de una ex novia. Para justificar su acción, el analista aseguró que solamente probaba la eficacia del sistema. La hazaña le valió una suspensión y una humillante degradación de rango.

También hubo casos de mujeres, uno de los más llamativos, fue el de una analista, quien movida por los celos y las sospechas, hizo seguimiento del teléfono de su marido para intentar descubrir la identidad de una supuesta amante. Aunque en el informe no se detalla si consiguió o no dar con su objetivo, lo que sí logró fue que tras descubrirse su intervención ilegal, fue separada del cargo.

Otro colaborador espió entre 1998 y 2003 sin orden oficial nueve teléfonos de mujeres extranjeras. La situación salió a la luz cuando su prometida, que también trabajaba para el gobierno, empezó a sospechar. El hombre fue suspendido y renunció antes de que se decidiera cuál sería la sanción.

Las revelaciones se producen en momentos en que la NSA es blanco de las críticas por los excesos, la falta de controles y abusos cometidos y que hoy son evaluados por el Congreso.

En julio pasado, los estadounidenses se enteraron acerca de los programas de espionaje masivos, conocidos como PRISM y XKeyscore, con los cuales vigilan a millones de personas, tanto dentro como fuera de su país, a través de los correos electrónicos o llamadas telefónicas.

A principios de este mes, se reveló el espionaje desde la NSA contra gobiernos amigos como México y Brasil.

Sin embargo, que entre los objetivos espiados de la NSA existan amantes, novias y cónyuges, deja a la comunidad de inteligencia muy mal parada en una de sus peores crisis de credibilidad, en tanto que sus responsables prometen reformas y hacen propósito de enmienda ante el Congreso.

De hecho, el jueves pasado el director general de la NSA dijo que la agencia está inmersa en un proceso de reformas que podrían pasar por el acotamiento de la vigilancia que se practica sobre las llamadas telefónicos y los correos electrónicos.

Tras reconocer que durante los últimos años se cometieron algunos “errores técnicos y humanos”, Clapper aseguró que la NSA está abierta al diálogo para debatir los límites entre seguridad y privacidad y, a partir de esas consideraciones, realizar reformas.

Pero aun antes de iniciar ese diálogo, algunos especialistas coinciden en señalar que la necesidad de regular el espionaje dará pie a un intenso debate para decidir qué tipo de información debe considerarse como “relevante” para guiar el complicado sistema de algoritmos que discriminan o seleccionan todos los días la información de millones de ciudadanos a través de sus conversaciones telefónicas y sus correos.

“El gobierno tendrá la obligación de aclarar los criterios que, bajo la sección 215 de la Ley Patriota, han regido la recolección de datos e información hasta ahora. De ello depende la credibilidad de un sistema bajo sospecha que, además, ha sido utilizado con fines ilegales” consideró Wells Bennet, del Brookings Institution.

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