domingo, 28 de julio de 2013

Cuba da otra puntada en la construcción de su modelo.


El primer paso para superar un problema de manera efectiva es reconocer su existencia en toda la dimensión y hurgar en las causas y condiciones que han propiciado este fenómeno", propuso el presidente cubano, Raúl Castro, a principios de julio en la Primera Sesión Ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional.

El discurso del hermano del líder de la revolución duró algo así como dos horas y se caracterizó por no escatimar críticas hacia la sociedad al tiempo que agregaba detalles sobre el avance de las nuevas medidas económicas puestas en marcha desde que llegó al poder sucediendo a Fidel. El mensaje fue que hay que corregir errores, que no se van a cambiar los fundamentos del modelo socialista pero también que es necesario revisar códigos y conductas sociales que, a su modo de ver, ponen en peligro el proceso revolucionario iniciado hace justo seis décadas.

“Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás”, dijo Castro, tras advertir que “una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al Estado” y explayarse sobre otras costumbres que alarman a la generación que protagonizó las luchas contra la dictadura de Fulgencio Batista. Luego habló de la nueva política económica no sin antes aclarar cuál es el límite para los cambios propuestos: "A mí no me eligieron presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución".

El contraste de esta época de transición se percibe en las calles de La Habana y del resto del país, donde las nuevas posibilidades de desarrollo individual presentan expectativa y la gente va dejando lentamente la modorra caribeña o la queja en sordina para plantearse nuevas actividades y proyectos.

Para mostrar en qué consisten esos cambios y de qué modo se están implementando, el gobierno cubano armó un programa para periodistas de todo el mundo ávidos de conocer de primera mano qué ocurre con la isla.

Murillo es economista y docente universitario, y recalcó en una conferencia de prensa que el nuevo modelo implica que “la propiedad social de los medios fundamentales de la producción va a seguir en el marco del socialismo”, es decir, bajo control estatal. Pero señaló al mismo tiempo que “el Estado no puede ocuparse de todo”. Así se explica que el eje de las medidas pase por dejar en manos de sectores no estatales o individuos una parte de la creación de riqueza, el fundamento de todos estos cambios.

Porque como las autoridades cubanas no dejan de mencionar, la economía de la isla necesita lograr eficiencia para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y aún sostener los fundamentos de la revolución. “Necesitamos crear una sociedad socialista próspera y sostenible”, repite Murillo. La frase es el lema para este proceso de renovación económica.

Murillo deslizó luego algunos conceptos sobre lo que habrá de significar este cambio para una sociedad que viene golpeada por más de 50 años de bloqueo económico por parte de EE UU y a la que la caída del bloque socialista debilitó peligrosamente.

“Las transformaciones comenzaron con la eliminación de prohibiciones a la venta de casas y a proyectos en el sector del transporte” enumera Murillo, tras recordar que los primeros esbozos de esta nueva etapa se fueron dando con los años, desde que en los 90 se crearon emprendimientos mixtos para la explotación turística y surgieron los primeros cuentapropistas.

Hoy el número de trabajadores individuales suma 429.500 dirá en su momento Carlos Mateu, vocero del Ministerio de Trabajo. Las cifras oficiales muestran que en los últimos meses se abrieron 197 cooperativas, 124 de ellas ya en funcionamiento y 71 más en proceso de acreditación. La mayoría de los nuevos emprendedores trabajaban en alguna dependencia del Estado, la mayoría de ellas atestadas de personal, como registró el propio Raúl Castro al anunciar en 2011 que cerca de un millón de empleados públicos deberían plantearse empleos no estatales porque el país debía encarar una etapa con mayor eficiencia. 

Es que, a diferencia de un país capitalista, el socialismo no se puede permitir dejar a la gente en la calle; cuando la crisis de los 90, muchos trabajadores de la industria azucarera, por mencionar a una, pasaron al estado (ver aparte). “Hoy la desocupación, es decir la cantidad de personas que buscan trabajo y no lo encuentran, es del 3,2%”, detalla Mateu, para quien el desafío es subir los niveles de productividad en rubros como la construcción y la agricultura.

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