domingo, 7 de julio de 2013

Egipto: las contradicciones de la heterogénea plaza Tahrir.

Símbolo de la revolución que en 2011 dio por terminados 30 años de gobierno de Hosni Mubarak, la plaza continúa en el centro de la escena política, aunque voces críticas comienzan a hacerse oír entre los heterogéneos grupos de egipcios que apoyan el golpe.

“Ya no vengo a Tahrir con mi novia, la plaza se convirtió en un lugar muy peligroso. Las agresiones pueden llegar en cualquier momento porque esta lleno de ‘baltagis’ (vándalos) que no vienen por motivación política”, dijo Naumeth, sociólogo de 32 años y activo militante de izquierda.

El joven activista alude así al centenar de agresiones sexuales denunciadas por Amnistía Internacional y Human Rights Watch (HRW) contra mujeres desde el 28 de junio, que incluye casos de violación dentro del perímetro de seguridad de la emblemática plaza.

Este mediodía, un grupo de conscriptos instaló un semicírculo de vallas en torno al escenario para separar de los grupos de hombres a las mujeres que acuden solas, como manera preventiva de evitar agresiones y acosos.



“Me duele reconocerlo, pero todo lo que significaba Tahrir, un mensaje de libertad y respeto, se ha desvirtuado”, se lamentó Naumeth, mientras recordaba que los violadores o agresores de mujeres "rara vez han sido arrestados", a pesar de la seguridad que imponen los jovenes en la plaza.

“Incluso me pregunto si nuestras manifestaciones contra Morsi no terminaron beneficiando a un sector que nosotros combatimos, como lo es el ejército, que ahora goza nuevamente de una popularidad perdida durante la revolución”, reflexionó.

Un ambiente de tensión sobrevuela constantemente la plaza, donde el trato respetuoso y cordial de los egipcios con los extranjeros, puede transformarse rápidamente en desconfianza o incluso degenerar en agresiones y robos.

“En 2011 esta plaza estaba organizada por militantes de izquierda, sean laicos, anarquistas, islamistas, coptos o Black Blocks. Había una conciencia política importante, algo que se ha perdido. Ahora hay más fanatismo, de ambos lados”, subraya el activista Naumeth.

Y prosiguió: “Antes y luego de la caída de Mubarak manteníamos la organización y corríamos a cualquiera que venga a causar problemas. Pero cada uno tiene su familia, su trabajo, sus estudios y poco a poco nos fuimos desorganizando. Los ‘baltagis’ coparon la plaza y ahora es tierra de nadie“.

Télam pudo constatar que, al menos, cinco periodistas de medios rusos y singapurenses fue desvalijados en las últimas dos noches en los alrededores de Tahrir.

“Este sector de la plaza está poblado de vagos, ladrones y hasta vendedores de drogas. A estas personas no les interesa la política, ellos pretenden imponer la violencia para sacar provecho”, indicó Habhiba señalando un sector de improvisadas carpas cercanas al museo nacional de El Cairo, uno de los accesos a Tahrir, donde comenzaron los incidentes del viernes.

Habhiba, de 47 años, intercedió para evitar que este cronista sea agredido luego de presenciar una pelea entre dos grupos este mediodía al ingresar a la cercada Tahrir.

No obstante, Nahila, velada y junto a sus tres hijos, afirmó: “creo que el cambio que necesita este país no se va a realizar sin violencia. Es un precio a pagar pero no por eso voy a dejar de venir cada día a Tahrir hasta que ese cambio traiga paz y progreso”.

Entretanto, decenas de improvisados puestos sobre el piso comenzaron a instalarse para ofrecer desde jugos de frutas, té, cigarrillos de contrabando o la omnipresente bandera egipcia y remeras y afiches con la cara del líder del ejército egipcio, el ambicioso general Abdel Fattah Al-Sissi.

“Es un momento de libertad, alegría e incertidumbre, eso es lo bello de este momento porque nadie sabe lo que puede pasar”, le dijo a Télam Mahmoud con un cartel pinchado en su melena: “Not to terrorism”, mientras con un pincel pintaba en el rostro de un grupo de chicos con la bandera de Egipto.

Al atardecer, las inmediaciones de Tahrir comenzaron a desbordar de gente y se transformaron –aún mas- en un caos de transito y bocinas, con una convocatoria similar al 3 de julio, día del golpe militar contra el presidente Morsi.

El ejército y la policía, que el viernes por la noche anunciaron que intervendrán para evitar enfrentamientos, desplegaron numerosos efectivos.

La caída del sol fue el momento escogido por nueve aviones cazas para en vuelo rasante dejar estelas con los colores de la bandera egipcia y desatar la euforia de quienes celebran el golpe.

Un puñado de oradores y decenas de artistas se sucedieron en el escenario constantemente iluminado por punteros laser color verde.

“El verde es el color del Islam, también forma parte de los colores de Egipto. Los practicantes musulmanes no estamos todos con los Hermanos Musulmanes. Voté por Morsi, pero su política iba a destrozar mi país”, remarcó ante Télam en un perfecto inglés Ahmed, de 22 años y vendedor de punteros laser en Tahrir.

Previamente, el acto se suspendió media hora para que los practicantes musulmanes pudieran realizar la quinta y última plegaria del día.

La noche dio lugar a seis helicópteros, cuyas luces alumbrando los puentes y la autopista que cruza el Nilo, se mezclaron con los fuegos artificiales potenciando el ensordecedor ruido que rodeó el nuevo festejo de los anti Morsi.

“Esta es la alegría del verdadero Egipto. Este país madura, el pueblo decide en las calles”, se jactó Mohamed, de 35 años e impecablemente trajeado.

El respaldo popular al golpe de Estado convocó a centenas de miles de personas, lo que desbordó las calles adyacentes y el perímetro de seguridad instalado por los organizadores con jóvenes portando casco de obrero y un largo palo, quienes debieron correr las barricadas y los alambres de púas para permitir el ingreso de nuevas columnas de manifestantes
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