miércoles, 15 de mayo de 2013

Cristina: "No voy a proponer ningún cambio en la Constitución". Volvió a defender las leyes para democratizar a la justicia. Señaló que la "parálisis" en la Magistratura data de la reforma constitucional de 1994. Denunció "dos velocidades" en el Poder Judicial, que beneficia a las corporaciones.

En el cierre del Congreso Nacional sobre Democratización de la Justicia, en un colmado Patio de las Américas, en la Universidad Nacional de la Matanza (UNLaM), Cristina Fernández ratificó ayer que "no propondrá ningún cambio" en la Constitución Nacional, como agitan medios y partidos opositores. Sin embargo, la presidenta sostuvo que la Carta Magna "debería ser modificada" para que la democratización judicial sea "verdadera y profunda". "Por eso envié seis proyectos de ley de reforma judicial al Congreso", enfatizó. 

Ante académicos, abogados, jueces, camaristas, fiscales, científicos, periodistas, representantes de organizaciones de Derechos Humanos y ONG, y miles de estudiantes, que salieron de las aulas para participar de los debates, Cristina defendió la iniciativa oficial, que a través de seis leyes (cinco de ellas ya fueron sancionadas por el Congreso Nacional), pretende trasparentar y optimizar el funcionamiento del Poder Judicial.
Dijo Cristina: "Uno observa que hay justicia de dos velocidades: una para las corporaciones poderosas, con poder de presión sobre jueces, fiscales y políticos, y otra para los ciudadanos." Además, consideró que, para volver a vincular justicia con igualdad, es necesario que "también se acometa contra las corporaciones que han devastado al país".
La mandataria cuestionó la impronta de la reforma de 1994: "Por no hacer una Constitución con grandeza, hoy tenemos estos problemas de parálisis", dijo, en alusión al Pacto de Olivos, suscripto por Carlos Menem y Raúl Alfonsín, que acotó la reformulación de la Carta Magna a un "núcleo de coincidencias básicas". Una de ellas: la concepción del actual Consejo de la Magistratura (artículo 114).
Cristina señaló que el paquete de leyes recientemente sancionados por el Congreso, más el proyecto de ingreso igualitario que podría ser aprobado hoy por Diputados, "no son un milagro o la panacea". Y destacó el "abierto y amplio debate" a los que fueron sometidos esas iniciativas, al punto de haber tenido, dijo, "importantes modificaciones" respecto del texto original enviado por la Rosada.
A las 18:30, cuando la jefa de Estado llegó a la UNLaM, la amenaza de la tormenta preocupaba a los organizadores, que alternaban su atención entre el cielo y los miles de militantes que esperaban el cierre del Congreso. Todo, tras un día maratónico de actividades (ver pág. 4). La mandataria, detrás del escenario, escuchó el último tramo del panel de cierre del que participaron Susana Trimarco, madre de la joven Marita Verón, secuestrada en un caso de trata que se volvió emblemático; Estela Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo; Pablo Ferreyra, el hermano del asesinado militante trotskista Mariano Ferreyra; y Sergio Burstein, familiar de víctimas del atentado a la AMIA.
La mandataria eligió comenzar su discurso con una referencia a esos dirigentes y a familiares de víctimas de diversos casos de violencia. "Representan (...) los problemas, los dramas y las tragedias de la justicia argentina", expresó. Y consideró que la Argentina bien podría ser una víctima más en esa mesa: "Fue saqueada y endeudada con corralito y represión."
Tras entregarle una placa recordatoria de las jornadas a los invitados, Cristina recordó las horas posteriores al asesinato de Ferreyra, apenas una semana antes del fallecimiento de Néstor Kirchner. "Es público y notorio que la prueba que incriminó, el testimonio que incriminó a los condenados por el crimen, lo consiguió Néstor Kirchner. Fue una tarde de desesperación porque se rehusó a que volviera a ocurrir (en el país) lo que pasó con (los militantes sociales Maximiliano) Kosteki y (Darío) Santillán, (masacrado por la Policía Bonaerense) en 2002. Eso lo desesperó (a Kirchner); lo hizo lanzarse a la búsqueda (de información para presentar en la justicia)".
"Por eso –continuó Cristina–, la primera gran ecuación que tenemos que resolver es justicia-seguridad, íntimamente vinculadas, con fenómenos contemporáneos como el narcotráfico y las complicidades también."
Después, cuestionó la concepción de "inseguridad" en la que se engloban distintos casos mediáticos, y que tiende a deslegitimar a la democracia: "Quieren instalar que la inseguridad es un problema que apareció como un repollo hace tres o cuatro años. Pareciera que sólo en los gobiernos democráticos se producen hechos de inseguridad, como para que la gente piense: 'No importa que tengas trabajo, un sueldo, que te vaya bien, si total salís a la calle y te matan.'"
En ese punto, sostuvo que sólo con una eficaz articulación entre el Poder Judicial y las fuerzas de seguridad se podrá generar un plan de seguridad nacional. Además, contó que, días pasados, se le acercó durante un acto el padre de Mariano Mutti, quien está detenido, acusado de participar de los disturbios tras conocerse la noticia del asesinato de una adolescente de 17 años durante el asalto a mano armada. "Me dijo que había sido golpeado y torturado en la comisaría para que diga que había ido a Junín pagado por una agrupación juvenil, ya todos se imaginan cual", dijo en alusión la organización kirchnerista La Cámpora. Hizo público que puso al tanto del hecho al gobernador Daniel Scioli.
En un clima militante y preelectoral, con fuegos artificiales de fondo, la presidenta cerró el acto con un agradecimiento a la UNLaM, en una velada autocrítica a aquel discurso en la Universidad de Harvard cuando hizo una comparación poco feliz entre los alumnos de esa casa de estudios y la matancera: "No seremos Harvard pero acá tenemos 46 mil jóvenes, el 90% primera generación de universitarios. Este es el corazón de la patria." «

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